Adviento, día 5

«Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca». Mateo 7.24–25

La fe es una manera de construir la vida; no es un credo para adornar la existencia con una discreta pizca de religión. La fe que tienen sentido es la que le da sentido a la existencia.

 Por lo anterior, Jesús presenta su propuesta espiritual en palabras relacionadas con la construcción de una casa levantada sobre firmes fundamentos y que se mantiene en pie aun cuando caen las lluvias, crecen los ríos y soplan los vientos.

 Lo que pone a prueba la fe no son las preguntas del catecismo, sino las cuestiones prácticas que plantea la vida diaria. Entre las alegrías y tristezas, las gratificaciones y las frustraciones vamos demostrando con nuestras actitudes la veracidad de nuestras creencias espirituales. Y el fundamento es uno: Jesús y sus palabras. ¡No existe cimiento más seguro!

 Oír las palabras del Maestro y practicarlas resume la esencia de nuestra fe (7.24). Seguir a Jesús es ser un oyente de la palabra (K. Rahner), al mismo tiempo que un actuante de ella. Oír y hacer; oír lo que él nos dice por medio del Espíritu y traducir en la cotidianidad el significado de esas palabras eternas para nuestra condición temporal. Así se distinguen los discípulos del Maestro; por el fundamento de su vida.

Tomado del libro “Adviento: una esperanza que transforma”, de Harold Segura