El que habita al abrigo del Altísimo descansará a la sombra del Todopoderoso. Diré de Yahveh: “Él es mi refugio y mi fortaleza, mi Dios en quien confío”. (Salmo 91:1-2)

Estos nombres descriptivos de Dios aparecen a menudo agrupados en los salmos, así como en otras porciones de la Escritura. Cuando oras a Dios tu Refugio, Escudo, Fortaleza, Morada y Torre Fuerte, estás invocando al Dios que ha prometido velar por ti y mantenerte a salvo.

Una y otra vez se hace la promesa, no sólo de que Dios proporcionará un refugio, sino de que será un refugio. Pero esa promesa no puede cumplirse si no tenemos el suficiente sentido común para correr hacia Dios siempre que estemos en apuros. ¿Qué significa “correr hacia Dios”? ¿Es algo más que una bonita metáfora? ¿Este “correr” del que habla el salmista no implica orar como primer recurso, alinear nuestras vidas con el carácter de Dios, someternos a su Espíritu y confiar en que actúa para nuestro bien incluso cuando la vida parece exactamente lo contrario de buena?

Una de las metáforas más inusuales de Dios en la Biblia es la de un águila o un gran pájaro bajo cuyas alas pueden cobijarse los justos. Es muy similar a la imagen doméstica de Jesús de una gallina madre que anhela reunir a sus polluelos bajo sus alas (ver Mateo 23:37).

Tómate unos minutos para reflexionar sobre los puntos conflictivos de tu propia vida. ¿Qué te ha impedido experimentar a Dios como tu refugio? ¿Cuáles son las cosas que más temes? ¿Has buscado refugio en otra parte? ¿Estás enfadado con Dios por haberte defraudado? ¿O te has metido en un agujero del que ahora crees que tienes que salir por ti mismo? ¿Te sientes culpable e indigno de la ayuda de Dios? ¿Crees que tu situación es imposible? ¿En qué cambiaría tu vida si pudieras cobijarte bajo “las alas de Dios”? Dile hoy a Dios que no sólo quieres la teoría de su fidelidad, sino la experiencia de ella. Corre hacia él y lo experimentarás.