Te tomé de los confines de la tierra, te llamé de los rincones más remotos, y te dije: “Tú eres mi siervo”. Yo te escogí; no te rechacé. 10 Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa. (Isaías 41:8.10)

¿Cuáles son tus sueños, tus metas personales, laborales, familiares o eclesiales? ¿Qué estás haciendo para lograrlos? ¿Qué es lo que te sostiene o impulsa en medio de los obstáculos?

Hay una frase de Gandhi que dice: “Los sueños parecen al principio imposibles, luego improbables, y luego, cuando nos comprometemos se vuelven inevitables” esta frase me hace pensar en metas, pero para ser honestos las metas no siempre están libres de obstáculos.

En nuestro pasaje, Isaías muestra a Israel que pasó por el desierto del exilio, símbolo de Israel devastado, pero que Dios lo convierte en un jardín, símbolo de pueblo reconstruido (Is. 41:17-20). El pueblo quizá esperaba una manifestación de prodigios externos, un templo suntuoso o un monarca brillante, pero Dios adopta un medio inesperado para revelarse a ellos: La palabra (Is. 40:2) que se vuelven consuelo y fortaleza a un pueblo que necesita un nuevo comienzo.

Que los desiertos de la vida nos lleven a un amor renovado por el Señor, a una fe más firme, a una nueva concepción de la imagen de Dios, y a la seguridad de que su Presencia es mi fortaleza, es tu fortaleza para lograr metas o para enfrentar los problemas de la vida.