Jesús replicó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú? Como respuesta el hombre citó: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”, y: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.”—Bien contestado —le dijo Jesús—. Haz eso y vivirás. Pero él quería justificarse, así que le preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? (Lucas 10:26-29)

¿Y quién es mi prójimo? Esta pregunta de un experto en la ley judía dirigida a Jesús es una interrogante que se nos hace a los cristianos de hoy. ¿A quién debemos ver y sentir como a mi prójimo?

Es difícil considerar prójimo al que me hiere, al que me insulta, al que me hace mal. Es difícil ser prójimo de quien me hace daño, de quien está en pecado, de quien está alejado de Dios. Pero el Señor a través de sus enseñanzas y de su propia vida ilustrada en el evangelio, viene a mostrarnos que el «Prójimo» es todo aquel necesitado que encontremos en nuestro camino, todo aquel que pueda ser objeto de nuestra compasión y aceptación, todo aquel que precisa de una palabra de aliento, por encima incluso de nuestros vínculos étnicos o de nuestras convicciones religiosas.

La actitud de Jesús siempre es narrada así, un Jesús que ponía al prójimo y a su necesidad por encima de la ley. La compasión y la misericordia por el otro antes que los legalismos. Que en nuestra vida podamos tener la sabiduría en el Señor para reconocer en el otro su necesidad real y poder decir con hechos “mi prójimo eres tú”.