Fue a Nazaret, donde se había criado, y un sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre. Se levantó para hacer la lectura, y le entregaron el libro del profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el lugar donde está escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor». (Lucas 4:16-19)

Jesús lee a Isaías (61:1-2 y 58:6) donde describe el futuro de Israel en términos del año de Jubileo, o año de liberación (Levítico 25:10). Los lectores de Lucas conocen bien las Escrituras y sabían cómo continuaba, es decir, hablando de juicio, pero Jesús mismo lo finaliza con una frase de liberación y buenas noticias.

Como seres humanos tenemos inclinación al juicio, a la venganza, a esclavizar y esclavizarnos, a colocar a los demás en una demanda que ni nosotros mismo podemos cargar como muy bien lo dijo Jesús (Lucas 11:46).

Jesús retoma al profeta Isaías, pero con la capacidad de actualizar el mensaje, ya no con la finalidad de venganza, sino el consuelo como muy bien lo subrayó Isaías; pero como seres humanos estamos más enfocados en la venganza que en la liberación, en el juicio más que la consolación.

¡Que este pasaje nos ayude a vivir vidas con el propósito de compartir el mensaje de liberación y restauración que Jesús dio en el inicio de su ministerio y que podamos llevarlo a nuestros vecinos, amigos y familiares para que conozcan el año favorable del Señor en sus vidas!