22 Entonces Gedeón entendió que había estado hablando con el ángel del SEÑOR, y gritó muy fuerte: —¡Señor DIOS! ¡He visto al ángel del SEÑOR cara a cara! 23 Y el SEÑOR le dijo: —Cálmate, no tengas miedo, no vas a morir. 24 Entonces Gedeón construyó un altar para el SEÑOR en ese preciso lugar. Gedeón llamó al altar «el SEÑOR es la paz (Yahve Shalom)». Ese altar todavía se encuentra en la ciudad de Ofra, que es donde vive la familia de Abiezer. (Jueces 6:22-24)

Israel había sido intimidado, aterrorizado y derrotado por los pueblos que le rodeaban. Dios estaba a punto de liberar a su pueblo y traer la paz a través de una serie de acontecimientos notables. Y utilizaría a Gedeón, el hombre más débil de la región, para instaurar una paz que duraría cuarenta años, hasta que Israel volviera a alejarse de Dios.

Es una gran historia, pero ¿qué tiene que ver con nosotros? En primer lugar, nos recuerda que la paz que anhelamos sólo viene de Dios. Lo necesitamos porque nos engañamos fácilmente pensando que la seguridad personal está en otra parte: una cuenta bancaria, una relación perfecta, una buena educación, un trabajo prestigioso. Y si no tenemos cuidado, las bendiciones que anhelamos pueden convertirse en deseos que destruyan nuestra paz.

La verdadera paz sólo viene de practicar la presencia de Dios. Si te has sentido atribulado e inquieto, acosado u oprimido, echa un vistazo a tu interior. ¿Qué te está robando la paz? ¿Qué te hace sentir ansioso y frustrado? ¿Te has alejado de Dios? ¿Estás demasiado ocupado para practicar su presencia y buscar su rostro? ¿Has hecho concesiones que han erosionado lentamente tu fe? Si la respuesta a alguna de estas preguntas es afirmativa, clama a Dios como hizo el pueblo de Israel en tiempos de Gedeón.

Pídele a Dios que es paz, que te atraiga más profundamente a su presencia, que te libre de los enemigos de tu alma que intentan robarte la paz y privarte de las cosas buenas que Él tiene para tu vida.