1 El SEÑOR le dijo a Moisés: 2 «Diles a los israelitas que sean santos porque yo, el SEÑOR su Dios, soy santo. 3 Cada uno de ustedes respete a su papá y a su mamá, y respete también mis días de descanso, porque yo soy el SEÑOR su Dios. 4 No adoren ídolos ni se hagan dioses de metal porque yo soy el SEÑOR su Dios. (Levítico 19:1-4)

El título “Santo de Israel” subraya la singularidad, la alteridad y el misterio de Dios, así como la llamada que hace a su pueblo a ser santo. Los israelitas debían apartarse para Dios, dedicarse a su servicio y comprometerse a honrar su carácter reflejándolo en todas sus relaciones. En el primer libro de las clásicas Crónicas de Narnia de C. S. Lewis, el león Aslan reúne a su alrededor a un solemne círculo de animales en el nuevo mundo de Narnia. Dos niños observan los acontecimientos desde la distancia:

El León abrió la boca… y la voz más profunda y salvaje que jamás habían oído decía: “Narnia, Narnia, Narnia, despierta. Ama. Piensa. Habla”… De los árboles salió gente salvaje… Y todos estos y todas las bestias y pájaros en sus diferentes voces, bajas o altas o gruesas o claras, respondieron: “Salve, Aslan. Oímos y obedecemos. Estamos despiertos. Amamos. Pensamos. Hablamos. Sabemos”.

Esta imagen de los animales recién despertados de Narnia evoca otros despertares, en particular el despertar espiritual que se produce cuando entramos en una relación personal con Cristo. De repente, el mundo ha cambiado. Empezamos a amar, a pensar, a conocer y a hablar como nunca antes lo habíamos hecho. Pero a veces vamos a la deriva. Nos preguntamos por qué nuestros corazones parecen vacíos y fríos. ¿Qué pasó con el celo que teníamos? ¿Qué pasó con nuestro deseo de vivir una vida extraordinaria? ¿Por qué volvemos a las viejas costumbres?

Pidamos hoy a Dios que nos ayude a vivir nuestra fe con un compromiso apasionado, alimentado por un hambre de santidad que refleje nuestro amor a Dios y su gran amor por nosotros. Pidamos con fervor y entusiasmo la gracia de estar plenamente despiertos a la vida de Dios en nosotros.

Adaptado de Praying the names of God, A daily guide de Ann Spangler