El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca. (Lucas 6:45)

¿Alguna vez intentaste cambiar algo de tu carácter y te diste cuenta de que fue inútil el intento? ¿Te preguntaste alguna vez por qué no pudiste lograrlo? Seguramente pensaste que no tenías fuerza de voluntad y te frustrabas. Esto significa que, para poder cambiar “lo que se ve” es necesario cambiar “lo que no se ve”.

Así como la semilla está oculta, lo mismo sucede con nuestro corazón, es invisible a los ojos, pero nuestra vida reflejará inevitablemente lo que guardamos dentro; y de la misma manera que conocemos a una fruta al probarla, lo que hay dentro de nosotros se manifestará en la prueba, es decir, “cuando seamos probados”.

Así como la naranja cuando la presionamos y exprimimos sale de ella jugo de naranja, si estamos llenos del espíritu de Dios, en la prueba y bajo presión, emanarán sus frutos. Hagamos una evaluación del fruto que damos y digámosle al Señor: “Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno.” (Salmos 139:23-24)