27 Después de esto salió Jesús y se fijó en un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado a la mesa donde cobraba. —Sígueme —le dijo Jesús. 28 Y Leví se levantó, lo dejó todo y lo siguió… 31 —No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos —les contestó Jesús—. 32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores para que se arrepientan. (Lucas 4:27, 28, 32, 31)

La invitación de Jesús a Leví para que lo siguiera constituyó un gran honor, especialmente para alguien que normalmente habría sido excluido de los círculos religiosos. Que Levi deba responder organizando una fiesta, no es sorprendente; devolver el honor era una parte importante de la vida social en la antigüedad (el compañerismo en la mesa indicaba relaciones cercanas entre quienes lo compartían).

Los fariseos eran escrupulosos acerca de sus reglas especiales sobre la comida y no les gustaba comer con personas menos escrupulosas, especialmente personas como recaudadores de impuestos y pecadores. La mayoría de la gente consideraba a los recaudadores de impuestos como colaboradores de los romanos, y los religiosos nacionalistas los despreciaban.

Basados en los personajes de nuestra lectura bíblica, como iglesia podemos hacernos dos preguntas:

1. ¿Respondo al llamado que Dios me hace a seguirlo? Seguirlo es un acto constante en nuestras actitudes y actuaciones.

2. ¿Vemos a los demás como quienes no son dignos de estar en su “santa iglesia”? Jesús dijo: “No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos”.

Busquemos a los enfermos y compartamos las buenas nuevas, esas mismas que nos abrazaron en nuestra imperfección y nos permiten hoy estar a la mesa con el Maestro.

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