En tiempos de Herodes, rey de Judea, hubo un sacerdote llamado Zacarías, miembro del grupo de Abías. Su esposa Elisabet también era descendiente de Aarón. Ambos eran rectos e intachables delante de Dios; obedecían todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril; y los dos eran de edad avanzada. (Lucas 1:5-7).

Lucas describe a Zacarías y Elizabet como el Antiguo Testamento lo hace con las personas justas como Noé, Abraham o Job. Quien lee la historia de Zacarías y Elizabet entiende que, aunque no hayan sido personas perfectas, buscaban ser obedientes a los principios divinos. Pero Lucas inspirado por Dios usa estos términos de “rectos e intachables” para desafiar la idea errónea de la sabiduría popular sobre la asociación de la esterilidad y el pecado (Lc 1: 7).

A todos nos ha pasado el robo de una pertenencia, la pérdida de un ser querido, no haber logrado un objetivo o padecer una enfermedad, y nos preguntamos ¿por qué? Algunos piensan en respuesta como: porque pecamos o porque es juicio de Dios.

El evangelio nos muestra en el ejemplo de Zacarías y Elizabet que hay situaciones en la vida, que no necesariamente son producto del pecado o juicio de Dios; de lo que si podemos estar seguros es que la Presencia de Dios estará para acompañarnos, darnos la salida, animarnos, levantarnos y bendecirnos.

Hoy es un buen día para imitar el actuar de Dios en la vida de Zacarías y Elizabet, que nuestra presencia entre familiares, hermanos o amigos pueda manifestar una palabra de ánimo, fuerza y esperanza en medio de la situación que estén viviendo.