Por lo cual, para que no me enaltezca, me fue dado un aguijón en la carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, a fin de que no me enaltezca. Por esto, tres veces rogué al Señor que se alejara de mí;  (2 Corintios 12:7-8

¿Te sentiste alguna vez pasando por situaciones complejas en la vida? ¿Quién no? Enfermedad, falta de trabajo, problemas familiares, distanciamientos, son algunas cosas que nos afligen y nos hacen buscar a Dios en oración.

En la segunda carta a los Corintios Pablo nos deja ver que tenía un aguijón en la carne, alguna dolencia física o malestar que había pedido a Dios le quitara, no una, sino tres veces. Ese aguijón dice Pablo le había sido dado para no enaltecerse.

Cuando tenemos salud, nos olvidamos de dar gracias a Dios por esa bendición, y cuando nos falta nos volvemos a Él en oración. ¿Cuánto más nos pasa esto con todas las otras cosas?

…y me ha dicho: Bástate mi gracia, porque el poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que resida en mí el poder del Mesías. Por lo cual me complazco en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias por causa del Mesías; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2 Corintios 12:9-10)

Será tiempo entonces de volver a ponernos de rodillas para dar gracias a Dios por los pequeños milagros que ocurren cada día en nuestras vidas, pero también para regocijarnos en las debilidades y problemas, porque en ellas es donde Él se hace fuerte y son las que nos recuerdan que hay un Dios del cual somos dependientes, para volver todos los días a Su presencia.

Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo. (Juan 16:33)

Entonces sí, Su gracia nos basta, sabemos que en Él hallamos la paz que necesitamos y la fuerza que nos impulsa para seguir adelante, sabiendo que su poder se perfecciona en nuestro reconocimiento de que “separados de Él nada podemos hacer”.