“Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. 1Co 13:7.

Corintios era una comunidad heterogénea compuesta por personas de muy diversas clases sociales y étnicas. Además, era una comunidad fuerte que estaba entrando en el proceso de la fe y a la que Pablo se dirige para llevarle sus conocimientos sobre Jesús, sobre su vida y sobre su muerte. De su vida lo más importante es el amor y de su muerte la resurrección, así que sobre eso trata de enseñarles a los Corintios.

Pero la perspectiva del amor en esta carta hay que descubrirla no literalmente, sino analizándola en su profundidad, Pablo habla de un amor particular y único, un amor con tantos detalles y condiciones que por momentos no parece humano. Y a su vez es un amor que si no se interpreta correctamente puede profanar el verdadero y puro amor que quiere trasmitir el apóstol. El amor que Cristo nos dejó.

Un amor que sufre todo y soporta todo, no es un amor sumiso y condescendiente al dolor que otro pueda provocarle, porque de ser así estaríamos legitimando la violencia. Es un amor que sufre cuando protege a los que ama, como una madre que prefiere mojarse en la lluvia y que su hija o hijo estén resguardados del agua. O como Jesús que prefirió morir en la cruz para que fuéramos salvos, un amor sacrificial. Un amor que todo lo cree no por incrédulo sino por la confianza en ese sentimiento. Que todo lo espera o puede en la certeza de un amor transformado a través de Jesús. ¡Vivamos en el amor que nos transforma!